viernes, 21 de junio de 2013

Sindicalia: negociaciones, vacaciones y otros -ones como soles



–Verás, que esta tarde hay una mesa de negociación importante.

–¿Cómo?

–Sí, verás, es que se acaba el tiempo y hay que llegar a un acuerdo antes de que termine julio. O sea, hoy. ¿Tú puedes ir?

La llamada que anunciaba tales nuevas no debería tener nada de extraordinario, en las negociaciones se juega con los plazos. Como digo: nada extraordinario de por sí. Salvo por varias cosas.

La primera cosa, que la llamada se produjo en el mes julio. Vale, dicho así no es nada raro: aunque los escolares a esas alturas ya estén hartos de vacaciones, se supone que los adultos saben que julio es terreno laboral a pesar del calor, las terrazas de los bares y los anuncios con ofertas de vacaciones. Yo ya me las había apañado para tener a la prole ocupada en actividades y acudir a la mesa de negociación sólo supondría aplazar otras tareas menos urgentes. Nada raro si lo consideramos ello sólo.

La segunda cosa, que Larubia, la encargada original acudir a esa negociación, también había conseguido encasquetar a su prole en algún campamento pero no para acudir a sus obligaciones laborales, sino para irse a Marbella con su pareja. Vale, tampoco nada raro. De hecho, siempre hacía lo mismo y lo hacía muchas veces al año (sus vacaciones pondrían verde de envidia a cualquier diputado). Al final ya nos habíamos acostumbrado a sus desapariciones y era cosa que se tenía en cuenta.

La tercera ya ponía la cosa un poco mal: yo era el único gilipollas que estaba trabajando a esas alturas de julio. Vaaaaale, concedo que de por sí tampoco debería tener nada de extraordinario. En todos los trabajos pasa, si no hay nada importante previsto, puede quedar sólo una persona al frente. SI NO HAY NADA IMPORTANTE. Nada importante, como por ejemplo una mesa de negociación, que se encuentra en el momento álgido de alcanzar un acuerdo.

La cuarta es una cortesía y como tal alguno puede decir que es prescindible. Pero la costumbre indica que cuando se llega a acuerdos, quienes los firman son los responsables nominales de los sindicatos. Así que, cosa 3 + cosa 4, “hay algo importante en julio” + ”alguien con carguete debería estar disponible para la firma”, la cosa entra en el terreno de lo extraordinario.

Pero bueno, digamos que lo descrito hasta aquí es relativo.

La quinta, para mí y para muchos otros más importante, era que yo no tenía ni **** idea de qué iba la **** mesa de negociación de los *******. No sólo era que yo no supiera los términos, casi ni sabía muy bien a qué sector de los trabajadores iba dirigida ni mucho menos a quién me iba a encontrar enfrente con qué papeles para la firma.

Así que me revolví cuanto pude en el transcurso de la llamada del Multipresidente, intentando hacer ver que no era por no ir y que quien tenía que ir era precisamente quien me estaba llamando.

–No, pero si no tiene complicación, sólo hay que ir y decir que sí.

–No lo veo, Multipresi, no tengo ni idea de qué va la vaina y si tan fácil es, no me parece tan grave que te llegues aquí desde donde estés “sólo para firmar”.

–Que no, hombre, que no. Si además ya te he enviado al correo electrónico el papel del acuerdo.

–¡Ah, perdona! Que no me lo estás preguntando, que es una orden…

–¡No, hombre, no! Bueno, un poco sí… porque tú puedes ir ¿no? De verdad, que sólo hay que ir y decir que sí.

Ni qué decir tiene. Este argumento me derrumbó. No por razones, sino por los otros -ones.

Y como soy idiota fui.

Y allí sentado con mis bermudas y mi camiseta de Mötorheäd (si hay foto, que se vea el estilo) nos pusieron delante un papel que se parecía al que me habían enviado, pero que no era igual.

Tampoco es cuestión de ponerse puntilloso, pero la experiencia dice que los puntillosos dominarán el mundo. Sirva de ejemplo: si en un convenio colectivo cualesquiera se dice que “los trabajadores que cumplan horarios especiales podrán acogerse al plan X (conserjes,…)”, la patronal sólo va a entender que los conserjes se acogerán al mencionado plan X y el “,…” es meramente decorativo.

Como quiera que el nuevo documento había eliminado algunos de esos elementos decorativos, me negué a firmar y exigí cambiar la fecha de la reunión. Les pareció mal a todos, incluso a los compañeros de los otros sindicatos, que con delicados codazos me aminaban a firmar.

–Bueno, pues tengo que llamar por teléfono.

Me levanté y me fui. En un rincón del edificio, intenté por todos los medios hablar con el Multipresidente y con Larubia, a todos sus teléfonos (dos Larubia, uno de ellos pagado por el Sindicato; tres el Multipresi, dos pagados por el Sindicato y del tercero pasaba los gastos). Dilaté mi ausencia todo lo que pude y en quince minutos casi quemé la batería de mi móvil haciendo llamadas… que nunca eran respondidas.

Cuando estaba de vuelta, algún compañero más de la parte sindical se había leído el texto con más calma y tampoco lo veía claro. Hubo aplazamiento.

Victoria.

Cuatro horas después, sentado en casa con la tranquilidad que da el plácido sueño de la prole, sonó el móvil. Era el Multipresidente, claro. Que qué quería, que se lo contase rápido que no tenía tiempo.

Nada, claro, no quería nada. Total, no me has hecho ningún encargo urgente hoy y no me parece necesario informar qué es lo que ha sucedido. Ni te he llamado repetidas veces sabiendo tú que estaba haciendo algo “importante” justo a la hora de las llamadas.


Desearte felices vacaciones, ...ones.

lunes, 17 de junio de 2013

El Rincón de los Afiliados: Hoy, Madreconcarné

En PATRAÑA estamos más felices que un rebaño de perdices. ¡Nuestra primera afiliada! Nada más y nada menos que la Madreconcarné. En PATRAÑA somos fans declarados de los blogs de madre en general y de algunos muy en particular (consultar blogroll). Tan contentos nos pusimos cuando nos llegó la solicitud que le cedimos espacio a la Madreconcarné de inmediato para que se expresara con total libertad. ¿Y os podéis creer que la muy ilusa picó? Nosotros todavía estamos sorprendidos. Con todos ustedes y antes de que se dé cuenta de que la hemos engañado para que nos escriba posts gratis, la Madreconcarné:


Hola, soy la Madreconcarné.

Como no tengo bastante con el mío, voy a ver si puedo invadir los blogs de otrossss….
(estoooo… no he dicho nada… volvamos a empezar)

Como voy a hablar de cosas del trabajo y vivo con el terror de que mis compañeros de trabajo descubran que tengo un blog, voy a afiliarme a PATRAÑA para poder verter mis opiniones sin traba ni freno.

(muy bien, muy bien, no se me ha notado nada y seguro que a mis compañeros no se les ocurre clicar en los links de mi blog)

Inauguro con una serie (de dos elementos tomados de dos en dos) de consejos que todo buen político debería seguir para superar la crisis.


GRANDES IDEAS PARA SUPERAR LA CRISIS 

1. RECORTAR POR LA BASE.
Todos nos quejamos de que en estos tiempos de recortes y falta de presupuesto, se tiende mucho a recortar por debajo y poco por arriba, cuando pertenece a la lógica que se ahorra más recortando al que cobra cien mil que al que cobra mil.

En mi centro de trabajo se han jubilado en los últimos cuatro años siete personas, además de dos que se fueron. No han sustituido a nadie. Es decir, son sueldos que se ahorran, además de ahogarnos a los mileuristas.

Estuvimos funcionando sin jefe más de un año. Divinamente, oiga. Con los jefecillos intermedios que nos quedaban nos manejábamos de miedo. Nosotros pensamos que con la que está cayendo (y aplicando el inmortal principio de “si no está estropeado, no lo arregles”), tiraríamos así mucho tiempo.

Pero hete aquí que nos trajeron no a uno, sino a DOS jefes. Entre los dos cobran más que todas las personas que faltan.

Pero esto no es lo peor. Véase una sencilla historia sobre el saber hacer, la preparación y la eficiencia del que más manda de los dos.


2. APLICAR EL PRINCIPIO DE EFICIENCIA.
Yo me había prometido a mí misma que no iba a hablar con mi jefe más allá de los buenos días y el tiempo que hace.
¿Por qué? Pues no sé, ¿porque tiene menos comprensión lectora que mi sobrino de 6 años?, ¿porque la última vez que hablamos dijo que todos los de mi centro de trabajo podían coger vacaciones cuando quisieran menos yo?, ¿porque no usa la lógica? ¿porque es un relativista de los derechos fundamentales? ¿porque va de legal pero es un egoísta chungo? ¿porque cuando le haces razonar entra en un bucle? L'embarras du choix, creo que lo llaman.

Pero el pasado 31 de mayo entró en mi despacho. Y no tuve más remedio que hablar con él.

- Te mandé una sentencia para que la ejecutes.
- Pero esta sentencia no es firme. Cuando sea firme el juzgado me la mandará y la ejecutaré. La persona aún podría recurrirla.
- No, la sentencia es firme, hay que ejecutarla
- No, no es firme.
- Si, si es firme
- Esta sentencia es de hoy, no puede ser firme.
- No es de hoy
- Si es de hoy, mira (le enseño la fecha en el papel)
- Bueno, será de hoy, pero es firme.

(no os aburriré, pero el bucle número uno fue mucho más largo)

- Mira, aquí pone que cabe el recurso tal y el recurso cual, y los plazos para que adquiera firmeza. Así que no es firme. (no, no es que no la hubiera leído. En realidad la leyó ¿he mencionado que tiene menos comprensión lectora que un niño de 6 años?)
- Bueno, da igual, tú la ejecutas.
- ¿Has leído lo que dice?, la sentencia nos da la razón.
- Bueno, da igual, tú la ejecutas.

(cuando entra en bucle intento decir lo mismo de otra forma para que lo pueda entender. Sin mucho resultado. Véase:)

- No puedo, la sentencia desestima el recurso
- Bueno, da igual, tú la ejecutas
- No puedo, la sentencia dice que el señor se queda como estaba.
- Bueno, da igual, tú la ejecutas
- No puedo, el juez dice que lo que hicimos está bien hecho.
- Bueno, da igual, tú la ejecutas
- No puedo, no hay nada que ejecutar.

(por supuesto el bucle chú continuó un rato)

- Entonces, acusa recibo.
- Muy bien: señor jefe, he recibido la sentencia.
- A mí no, al juzgado.
- Pero la sentencia me la has mandado tú.
- Bueno, pero tú acusa recibo al juzgado.
- Es que el juzgado no me mandó la sentencia, fuiste tú.
- Bueno, pero tú acusa recibo al juzgado
- El juzgado sólo manda sentencias cuando son firmes. Esta es de hoy y me la mandaste tú.
- Bueno, pero tú acusa recibo al juzgado
- ….

Y así hasta el infinito y más allá.

Mi jefe es licenciado en derecho y yo no.
Mi jefe está en un puesto de confianza y yo no.
Mi jefe es hombre y yo no.
Mi jefe tiene menos antigüedad que yo.
Mi jefe trabaja menos que yo.
Mi jefe cobra más o menos cuatro veces lo que yo.

Yo me había prometido a mí misma que no iba a hablar con mi jefe más allá de los buenos días y el tiempo que hace.

¿Por qué? Pues no sé. Estaré en esos días…



PS. Mi jefe dice que los hijos adoptados no son hijos de verdad. Gracias tendría que dar al Cielo de que estoy demasiado ocupada para odiarlo.



FUTUROS HIJOS DE LA MADRECONCARNÉ: (ella siempre termina así sus posts y en PATRAÑA no queríamos ser menos): Lo de los políticos en España parece que no tiene arreglo, pero mientras tanto nos vamos a reír de ellos. Por nuestros ****** que nos vamos a reír... mientras no nos pongan un impuesto a la risa, al menos.

martes, 11 de junio de 2013

Sindicalia III: negocios y negociaciones



Decíamos en el otro post que normalmente la culpa de que los trabajadores no asistan a esas manifas la tenía tanto la patronal como los sindicatos. Algo dije sobre la patronal. Pero para explicar la culpa de los propios sindicatos, el mejor ejemplo que se me ocurre es la negociación de un convenio colectivo.

He participado en alguna negociación. En concreto, una que duró tres años. De los cuales, el primero se empleó en acordar el reparto de cuotas de poder entre la parte sindical. Repetiré por si no ha quedado claro: un año entero decidiendo, por decirlo de una manera sencilla, cuántos votos va a tener cada sindicato y cuántos asistentes pueden ir a las reuniones (léase dietas). Esto va acompañado por una lluvia incesante de comunicados a sus trabajadores donde sólo se hablaba de lo malos que son los otros sindicatos.

Claro, el trabajador que espera su convenio colectivo para ganar cuatro euros más al año, no da crédito que el tiempo pase y sus delegados y liberados se estén dedicando a jugar al mentidero de Palacio, a poner a parir a los del sindicato de enfrente y a recordar que las elecciones están cerca, acuérdate de votarme, fíjate qué bien lo estamos haciendo.

Una vez que la parte sindical por fin se puso de acuerdo en el reparto de su poder (léase vino otro a ponerlos de acuerdo, porque casi siempre hay que recurrir a mediadores), hubo que aprobar el Reglamento Interno de la Comisión que reunía a Patronal y Sindicatos para negociar el Convenio Colectivo. Nótese que llegados a este punto, ni siquiera se ha tocado la cubierta del Convenio Colectivo. Se trata simplemente de acordar unas normas básicas para negociar. Se trata de un texto divido en artículos, como el de una ley, que generalmente no tienen más de veinte puntos. Esto llevó año y medio.

Año y medio en el que el trabajador sigue esperando los cuatro euros al año que le va a traer el nuevo Convenio Colectivo y que de nuevo es inundado por comunicados que no termina de entender: ahora ya se ha sumado la patronal a esos comunicados y por su parte, los sindicatos, siguen centrados en la contienda entre ellos.

Finalmente, medio año se dedicó a la propia negociación del Convenio Colectivo. Que básicamente no se hizo en la mesa de negociación, sino en bares y despachos privados entre el sindicato mayoritario de la Mesa y la Patronal. Las reuniones sólo cumplían el trámite de la votación y servían para hacer comunicados a los trabajadores, quienes seguían sin entender qué pasaba porque tan pronto estaban a punto de llegar a un acuerdo como las posturas se volvían “irreconciliables”.

En este medio año, de por medio se hizo algún juego teatral: manifas ficticias, dignísimos mutis por el foro en plena reunión (no se asusten, a la siguiente reunión volvían), inflamadas soflamas, llamamientos a la calma, advenimientos varios (de vez en cuando aparecía por sorpresa en la reunión el superior de los sindicalistas allí sentados para decir exactamente lo contrario de lo que estaban defendiendo sus subordinados)… Y finalmente llegaba la firma, donde todo eran abrazos y sonrisas y de la que salía una foto. Bueno, también un documento firmado y vinculante, pero sobre todo una foto.



Una cuenta simple y rápida del tiempo (dos años y medio para organizar la Mesa de Negociación frente a medio año de negociación propiamente dicha) arroja una luz medianamente clara de dónde está lo importante para los sindicatos. Que una cosa es su cuota de poder y otra muy diferente la negociación colectiva.

jueves, 6 de junio de 2013

Sindicalia II: de manifa



Una de las primeras cosas que más me alucinó al principio fue el tema de las manifestaciones. Y no me estoy refiriendo a esas enormes manifas que acompañan a una Huelga General, por ejemplo, o que defienden el mantenimiento de un servicio público irrenunciable. Crear esas manifestaciones es un trabajo enorme y grato, aunque la resaca suele ser muy mala ya que los efectos que se pretenden no suelen parecerse a lo esperado.

Me refiero sobre todo a aquellas otras más pequeñas que se realizan por unos minutos frente a una institución o centro de trabajo para denunciar una situación local. Del tipo “Por el convenio colectivo de los trabajadores de Autobuses Urbanos” o “Por la mejora de la atención al público en la Subsección de la sucursal de la subsede de la subdelegación en la localidad de Ciencaminos”. Son casos en los que HAY que hacer una manifestación, con pancarta reutilizada y asistentes pescado a lazo, porque una foto en el periódico vale más que mil asambleas.

Y la principal dificultad que tienen es que los propios trabajadores afectados no quieren asistir y en el mejor de los casos asiste un 2% de los mismos (téngase en cuenta que a veces se trata del 2% de muy poco).

No asisten por causas muy variadas. Entrar a valorarlas todas quizá sea otra historia que deba ser contada en otro post o en otro blog o en otra vida. Pero normalmente la culpa la tienen los propios sindicatos y como no podía ser de otra manera, la patronal.

El miedo a la represalias de la patronal es lógico por parte del trabajador y más cuando se trata de una manifa pequeña donde fácilmente se identifican a los participantes.

Por ello, en este tipo de manifas los sindicatos suelen recurrir a su equipo de manifestantes. Es una de las principales funciones de los liberados: asistir a manifas. Por lo general sin informarte de a qué ámbito laboral pertenece la protesta o qué es exactamente lo que se reclama. La función principal es agitar la banderita con los colores corporativos y, en el colmo de la participación, tocar el silbato hasta que se rompe (las tiendas de los chinos no saben cuánto de su negocio le deben a los sindicatos y sobre todo en esta época de crisis en la que hay manifestaciones diarias).

A veces hay que repartir fotocopias con las reivindicaciones, lo que tiene un riesgo cuando eres parte del equipo de manifestantes. Como te han avisado con diez minutos de antelación del dónde y del cuándo, es materialmente imposible enterarse del porqué. Así que te pones a repartir unos papeles que malamente has leído (incluso aún están húmedos de imprenta) mientras preparas mentalmente respuestas para cuando llegue el/la inevitable ciudadano/a a preguntar que de qué va eso. Por el rabillo del ojo pescas dos palabras del panfleto y las juntas con otras de carácter genérico: “Justicia en la Calidad del Servicio, señora”, dices; “Solidaridad con la Delegación al Público, caballero”, añades. Procuras poner cara de que lo que has dicho tiene algún sentido y sobretodo simulas algún gesto de autoconvencimiento que haga desistir al interlocutor de continuar preguntando. Un gesto del tipo “usted ya sabe lo que le estoy contando”, pero como quiera que ese tipo de gestos faciales no existe, simplemente terminas de repartir muy rápido para sumarte a la masa (masilla, más bien) detrás de la pancarta donde sólo haces bulto y qué a gusto se está así, oyes.

Terminado el acto (más o menos cuando los fotógrafos se han ido), se recogen con cariño la pancarta y los banderines y se toman unas cañas.

Alguna vez, sólo alguna vez, las manifas terminan con una reunión con la patronal, aunque sólo sea para que los de los silbatos se callen. Entonces, lo primero que dicen es: “ya sabemos que esos que están ahí abajo no son trabajadores de mi empresa”. Claro, tus trabajadores pasan de poner peor su situación laboral. Tú finges que eres buen empresario y yo finjo que mis manifas tienen éxito.



Y así funciona.

lunes, 3 de junio de 2013

Sindicalia o el tratado tarado de los sindicatos I



Déjenme hablarles de mí por un momento.

Políticamente provengo del sindicalismo. Sí, sí, han oído bien. De ese sindicalismo con estructuras, con presidentes (o Secretarios), representación, elecciones, campañas, manifestaciones, delegados, consignas, proclamas, soflamas, reflamas, inflamaciones varias… En ese tipo de sindicato es en el que estaba.

¿Estaba? Exacto. Ya no estoy: me echaron. Después de varios años de trabajo, decidieron que mi cansancio exacerbado y mi depresión galopante se debían a que mi compromiso se había diluido y aprovechando que me estaba planteando denunciar a mi jefe por corrupto, me echaron. Después de ello, dicho jefe se amarró a la silla del poder echando sobre sus hombros la pesada carga de cinco cargos internos más, no fuera que con uno le tuvieran por la poca cosa que era y se convirtió en el Multipresidente Vitalicio.

Muchas cosas se dicen de los sindicatos, la mayoría malas y las pocas buenas que se dicen se apela a ellas como la excepción que confirma la regla. Cuando entré conocía toda esa mala fama y a pesar de ello quise entrar, entre optimista e ingenuo. Las personas me parecieron buenas y me pareció percibir espíritu de grupo. Apartar por un momento mis tareas de muevepapeles y dedicarme a la representación de mis compañeros dentro de un ambiente adecuado era una buena perspectiva. Ingenua, pero buena.

Luego ya me encontré con la realidad.

Porque uno, considerando las cosas en abstracto, así, a la ligera, piensa que en este tipo de grandísimas organizaciones lo que impera es el espíritu de equipo y la defensa de los intereses de todos los ciudadanos y ciudadanas oprimidos (¿cómo si no han conseguido ser tan grandes esas organizaciones?). Vale, tenía que haber puesto mi cada vez más mermada faceta de historiador a trabajar y haber buscado respuestas más documentadas acerca de cómo la mayor parte de las revueltas de oprimidos estaban guiadas por nuevos opresores, una especie de mezcla de Rebelión en la granja con El Gatopardo.

Consideraciones aparte, yo tampoco es que me viera guiando a la masa de oprimidos frente a los opresores. No tengo madera de líder, a pesar de que ahora me encuentre al frente de PATRAÑA… Pero me parecía que en una negociación por el calendario laboral tampoco lo haría del todo mal.

Así las cosas, un buen día recogí mi bote de bolígrafos del despacho en el que trabajaba y me lo llevé a la sede de un sindicato.

Eso mismo que estás pensando: me convertí en un liberado.

LI-BE-RA-DO. No me negaréis que la palabra es épica. Si el que la escogió era sindicalista, directamente esa persona era gilipollas. Si quien la escogió pertenecía a la patronal, era todo un cabrón (y no digo cabrona porque no suele haber muchas mujeres en la patronal). La palabra de por sí es casi una declaración de intenciones: estás libre, eres libre, vuelas a tu antojo cual abeja en primavera… es decir, que no tienes que trabajar.

Y ahora es cuando me toca romper una lanza a favor de todos los liberados y liberadas (al contrario que la patronal, hay bastantes liberadas) que trabajan a brazo partido. Son pocos, pero los hay. Y trabajan mucho. De hecho, trabajan tanto porque tienen que hacer su trabajo y el trabajo de todos los demás liberados que no trabajan, motivo por el que cada vez son menos los trabajantes.

Lo que quiere decir que si alguna vez te liberas, estimado lector, asegúrate que es para rascarte los huevos a dos manos, porque si te liberas para trabajar, te vas a hartar. Y el día que decidas bajar el ritmo y dejar de sacarle las castañas del fuego a los que ni aparecen por el despacho, alguien decidirá que tu implicación ya no es la misma y que no estás cumpliendo las obligaciones contraídas con los trabajadores y trabajadoras… acabarás sin saber muy bien cómo devolviendo tu bote de bolígrafos al lugar del que nunca se debió mover, con una sensación plusquamamarga en la boca y una marca de zapato de doscientos euros en tu culo. Darán igual tus argumentos, se aferrarán al hecho inequívoco de que tú antes trabajabas mucho y ahora menos. No como tu compañero, que antes no trabajaba nada y ahora el doble: nada de nada.

jueves, 20 de octubre de 2011

Himno oficial de PATRAÑA "Huevos con aceite"


Atención, aviso importante

Nos gustaría dejar una cosa clara desde el principio.

PATRAÑA nace en España y no en "Patrāna Distributary, Faisalabad, Punyab, Pakistán".
Lo primero que hay que aclarar es que la tilde la tenemos sobre la N y no sobre la A, que parece ser que es lo que más ha confundido a nuestros cuantiosos lectores.
Lo segundo, que aunque podríamos plantearnos una extensión internacional, por una parte nuestro nombre dejaría de ser tan claro (PATRACIONAL no tiene ni puñetera gracia), y por otra nos gusta demasiado el jamón español como para irnos a otro lado.

Dejamos un mapa con la ruta a seguir en caso de que a alguien le haya picado la curiosidad y quiera hacer turismo.



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